Acercándonos al segundo cuarto del siglo XXI, la educación sigue estando en el centro de las preocupaciones por su capacidad transformadora en la sociedad. Más que nunca hace falta comprenderla como un espacio de entrega de conocimientos, pero también de valores, cultura, reflexión y todo aquello que nos caracteriza como seres humanos.
Eso exige de todos los que tenemos un papel en ella una visión integral, capaz de comprender los factores que la afectan y de leer adecuadamente los contextos y entornos para actualizar nuestra oferta y entregar a niñas, niños y jóvenes conocimientos y herramientas útiles para desenvolverse.
Esto supone un diálogo permanente para comprender sus propios conductas y hábitos, en los que emerge una indudable protagonista: la tecnología. No se puede pensar en mejor manera de conectarse con el aprendizaje que a través de ella y las posibilidades que nos entrega si la utilizamos adecuadamente.
La tecnología complementa la enseñanza tradicional con nuevos formatos, nos permite trabajar en ambientes híbridos, como lo demostró la pandemia, y es una fuente permanente de interés y sorpresa para niñas, niños y jóvenes. Y, con la misma importancia, otorga a cada uno de los miembros de la comunidad información más rica y oportuna para las decisiones escolares, como son por ejemplo la trazabilidad digital (huella digital) de las acciones de quien aprende o reportería inmediata para mejorar las brechas, para el profesor.
Otro aspecto propio de la educación de hoy es el lugar protagónico que tiene el cuidado del medioambiente. Si en tecnología hablamos de estudiantes nativos digitales, aquí podríamos hacerlo de nativos sustentables, por su preocupación sobre los efectos del cambio climático y la destrucción de la naturaleza.
Hay múltiples maneras en las que podemos acercarnos a esta sensibilidad; algunos de ellos son promover una transición de contenidos y recursos hacia lo digital e incorporar una agenda de contenidos de sustentabilidad en línea con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) en el aprendizaje.
Finalmente, y no menos importante es la inclusión, o el modo en el que damos respuesta a la diversidad modificando el sistema escolar para que se haga cargo a las necesidades especiales de cada uno de los alumnos. En este punto en particular nuestra propuesta de soluciones ya dispone contenido curricular adaptado a siete necesidades especiales para los primeros niveles.
Este es solo el punto de partida y estamos seguro que directivos, docentes y familias reconocen muchos más aspectos en su entorno inmediato y global. Por eso, escucharlos y acompañarlos es parte de nuestra gestión cotidiana.
En Santillana Chile llevamos 65 años explorando las tendencias para dejar huella y proponiendo soluciones que respondan adecuadamente a la realidad de cada proyecto académico y ¡Juntos transformando la educación!